Llovía mucho. La gente se quedaba en sus casas. Sólo algunos se aventuraban a salir a la calle.
Era enero, por lo que resultaba habitual que helase. Se respiraba un aire frío y húmedo.
De repente, una luz cegadora despistó a la gente, que acto seguido se taparon los oídos, debido a un fuerte estruendo. El suelo tembló, algunos se cayeron, otros se tiraron, pero pocos quedaron en pie.
Unos segundos más tarde, la gente comenzó a levantarse y a comentar lo sucedido, cuando una segunda luz los cegó. Quedaron perplejos, esperando el segundo estruendo, pero éste no llegó.
Poco a poco, empezaban a relajarse cuando inesperadamente se oyó el ruido. Esta vez, más fuerte que el anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario